El arte de las Musas. Parte I: ¿Qué quiere decir la palabra música?

Cuando escribí hace un tiempo sobre el poder de la música y su capacidad para seducirnos, enseguida aparecieron cuestiones sobre si la música tenía que ver con la poesía, con las matemáticas y con la filosofía, y de qué modo todas estas actividades estaban relacionadas entre sí. También surgió un pequeño debate acerca de dónde residía esa capacidad de seducción que casi todos reconocemos en la música, si era algo vinculado sólo con el recuerdo de una situación en la que la música había intervenido o si de alguna manera ella ya en sí misma escondía una suerte de mágico poder para transmitirnos un estado de ánimo. Dije que seguiría ocupándome de este tipo de asuntos que, yo creo, nos afectan a todos, tal vez mucho más de lo que a primera vista pudiera parecer. Por eso me parece que podría empezar haciendo un pequeño repaso a lo que significó la palabra música en sus orígenes.

La música es el arte de las Musas y de ellas recibe su nombre. Quizá algo tan obvio puede resultarnos hasta sorprendente: la palabra música, en principio, designa a todo lo que tiene que ver con las Musas (música, μουσική en griego, viene del adjetivo μουσικός, que quiere decir “relativo a las Musas”).


Sarcófago de las Musas Museo de Louvre


Lo cierto es que con el paso del tiempo hemos ido olvidando que en su origen el término música estaba vinculado a las Musas, y también que abarcaba muchos más aspectos que los estrictamente sonoros (aunque hay que recordar que toda aquella variedad semántica estaba presidida por el arte de los sonidos). Pienso que si repasamos un poco la diversidad de significados que la palabra música tenía en la Grecia Antigua e intentamos comprender cómo estaban emparentados unos con otros, nos toparemos con un paisaje profundamente sugerente en el que podremos encontrar la senda -que por transitada no es menos desconocida- que nos mostrará un horizonte gigantesco y enriquecedor, y que nos llevará a apreciar cómo todos aquellos significados continúan de algún modo subyaciendo, ocultos pero latentes, en lo más interesante de nuestras artes y de nuestras ciencias. Me parece que si vemos como musicales muchas actividades que hacemos o que admiramos y que a simple vista parecen tener poca relación con la música, empezaremos a descubrir su verdadera dimensión poética. Y no me refiero solamente a las artes, sino también y, especialmente, a las ciencias.

Cualquiera de nosotros, sin pensarlo mucho, diría enseguida que la música es una combinación más o menos afortunada de sonidos. Y éste fue también en la Antigua Grecia el primero de sus significados y el que fundamentó todos los demás. Con la palabra músico se designaba a cualquier persona que realizaba una actividad musical, tanto al aficionado que cantaba en el coro del teatro o que tocaba la lira por puro placer poético, como al músico profesional que componía música o que la interpretaba.

Conviene recordar que en Grecia la música por excelencia era la música cantada y que la música instrumental tenía preferentemente una función de acompañamiento. Por eso hay que tener en cuenta que, a diferencia de nuestra época, la música propiamente dicha implicaba también la letra de la canción, el canto en su conjunto. Lo que ellos llamaban la "melodía completa" (el canto acabado, el melos perfecto) tenía las notas musicales y también la letra que se cantaba, el poema. Esto explica que no hubiera una diferencia precisa ente poesía y música, entre poeta y músico. Y como el poema, hablando en general, estaba desde su composición pensado para ser cantado, no es de extrañar que muchos de los tratadistas griegos consideraran que el metro del poema (construido por la alternancia de sílabas largas y breves según determinados patrones) era una parte de la música, o más exactamente, una parte del ritmo de la música.

Y aunque la poesía épica (realizada mediante hexámetros dactílicos) no fuera propiamente cantada, también era tenida como un arte musical. Y lo mismo ocurría con el teatro, con la tragedia y la comedia. La declamación, considerada como una locución intermedia entre el habla en prosa y la canción propiamente dicha, sería, en este sentido, una suerte de musicalización del verso, lo que daría expresión y vida al poema, gracias al ritmo de las largas y las breves, y al desarrollo “melódico” de las inflexiones de la voz.

También la danza y la expresión del cuerpo en la representación escénica formaban parte de la música. En el caso de la danza, no nos resulta muy extraño en nuestros días pensar que sea un arte musical. En lo que respecta al teatro, quizá tengamos que hacer un pequeño esfuerzo para entender que la inclinación del cuerpo, el gesto de una mano o el modo de caminar en el escenario pudiera ser algo relacionado con la música. Tal vez podamos comprenderlo mejor si lo asociamos con la danza y con los movimientos rituales que darían origen al teatro. Y también si pensamos que es mediante el movimiento del cuerpo como se expresa la acción que se está contando, la lucha de dos guerreros, el sufrimiento por la muerte, etc.

Hasta aquí, salvo estas matizaciones, las coincidencias con nuestro concepto de música serían bastante aproximadas. Pero si consultamos en cualquier diccionario de Griego quizá nos sorprenderá encontrar que el adjetivo músico servía también para calificar a la persona culta, al hombre instruido, por oposición al ignorante (el "amúsico"), el que no había recibido una formación cultural. La principal razón de ello es que en Grecia la enseñanza de la música, con todos los aspectos que he mencionado, formó parte de la educación del hombre libre desde la infancia. Pero de eso ya hablaré más adelante en otra entrada.

Nos ayudará a entender algo mejor por qué se denominaba músico al hombre instruido pensar que en el mundo Griego, junto a la variedad de actividades que acabamos de reconocer como musicales, también las matemáticas y la astronomía eran ámbitos muy próximos a lo musical. La geometría, la matemática de las proporciones, la física del sonido (lo que hoy llamamos acústica), los cálculos de la astronomía en torno al movimiento de los astros, todo ello formaba parte de la Música. Pero esta asimilación no fue algo derivado ni tardío, sino que estaba ya en los orígenes de la palabra. Como veremos más adelante, todas ellas son también actividades a las que se dedicaban las Musas. Los estudiosos griegos desde épocas bien remotas (y pudiera ser que esto lo hubieran aprendido de otros pueblos más antiguos, de los egipcios o de los mesopotámicos) descubrieron que las mismas leyes matemáticas que estaban detrás de muchos aspectos de la realidad, estaban también en el arte de los sonidos, en las leyes de la composición de escalas. Y así pasó a la Edad Media.

Encontramos, pues, que la Música, el arte de las Musas, debió de ser algo más complejo que lo que nosotros entendemos habitualmente por música. Pero aún hay más. Si seguimos leyendo la entrada del diccionario vemos que el adjetivo músico calificaba también a todo lo que está bien hecho, a todo lo que es como debe de ser, es decir, a lo que los griegos llamaban lo conveniente, lo bello, lo hermoso. Música y Belleza venían a ser dos palabras muy próximas. Se podría decir que esta identificación de la música con todo lo que tiene que ver con la belleza y la búsqueda de las proporciones musicales en todo cuanto de bello habría en el arte, ha marcado de algún modo la Historia del Arte Occidental.

Pero lo más interesante, a mi juicio, es entender como se relacionaban entre sí todos estos significados que hemos encontrado para la palabra Música. ¿Son simplemente el resultado de una derivación de usos a lo largo del tiempo o encierran todos ellos algo común desde sus orígenes? Indagar esta cuestión, para mi apasionante, se excede en gran medida del propósito de esta entrada. No obstante, me parece que una mirada de cerca a las Musas, las diosas que prestaron su nombre a la música, las que con sus cantos y danzas deleitaban a los dioses sempiternos a la vez que regalaban a los hombres elegidos la capacidad de crear belleza, tal vez nos abra algún camino.