El arte de las Musas. Parte II: Las diosas de la música


La palabra música, como vimos en la Parte I, nombraba en sus orígenes a cualquiera de las actividades a las que se dedicaban las Musas, las diosas hijas del dios olímpico Zeus y de Mnemósine (la Memoria) según la genealogía de Hesíodo. Por eso me parece que si entendemos un poco mejor quiénes eran esas diosas, a qué tareas se dedicaban y cuál fue su significado alegórico o filosófico, tal vez podamos recuperar algo de la idea primigenia de música y acercarnos un poco a aquel fondo conceptual originario que daría unidad a todas las acepciones de la palabra.

Musa en el Helicón. Probablemente Calíope. Lekitos de fondo blanco. Atribuido a Aquiles el pintor. 445 a.C.
Musa en el Helicón. Probablemente Calíope. Lekitos de fondo blanco. Atribuido a Aquiles el pintor. 445 a.C.
(Antikensammlungen, Munich, Germany)



Todos hemos oído hablar de las Musas, casi siempre relacionándolas con la poesía y con la música. Las Musas han sido pintadas y representadas profusamente a lo largo de la Historia del Arte. Tanto se ha hablado de las Musas que se han convertido en un lugar común, hasta un poco trasnochado ya hoy, para referirse a la inspiración poética, imaginándolas como bellas mujeres que viven en los montes, cerca de las fuentes, y que infunden la inspiración a aquellos que se dedican a actividades creativas.

 Detalle. Musa en el Helicón
Detalle


Pero, ¿quiénes eran aquellas doncellas que, según nos cuenta Hesíodo en la Teogonía, cantaban y danzaban con pies delicados en torno a una fuente de violáceos reflejos, allá en el monte Helicón? ¿Qué representan esas mujeres que arropadas en la densa niebla -quizá el material de los sueños- viajan por la noche lanzando himnos de alabanza a los dioses y susurrando a los oídos de los hombres elegidos tan dulces palabras que los convierten en hijos de los divinos? ¿De qué hablan cuando dicen de sí mismas que saben contar muchas mentiras con apariencia de verdades y también saben, cuando quieren, proclamar la verdad? Intentaré ir dando alguna respuesta a estas cuestiones en esta entrada y en las que le sigan sobre este tema.

Las Musas están relacionadas con Apolo, dios solar y dios de la música, quien las dirige en sus cantos y en sus coros celestiales (uno de los atributos de Apolo es “Musageta”, “el que guía a las Musas"). Hay que recordar que Apolo es también el dios del conocimiento y de la adivinación. Algo tienen que ver las Musas con las Ninfas de los bosques, diosas de la Naturaleza, que también son jóvenes doncellas que bailan y cantan en montañas altas y viven en grutas cerca de zonas húmedas, y que se aparecen de vez en cuando a los hombres, pero sin dejarse ver, por lo que los favorecidos por su presencia sólo oyen sus cantos lejanos. Las diosas de la música habitan siempre en las montañas (Helicón, Olimpo o Parnaso), cerca de las moradas de los dioses, en torno a fuentes sagradas de las que mana una suerte de agua purificadora que permite al elegido (el músico-poeta) conocer, o más bien recordar, las verdades auténticas, esas que serían sólo accesibles a los dioses y que estarían ocultas normalmente al común de los humanos. La intervención de las Musas hace que el poeta adquiera algo de la sabiduría divina, pues les concede el don de recordar (en el sentido de conocer o re-conocer) el pasado y hablar del futuro. Y además hacerlo bellamente.

Me parece que podríamos empezar acercándonos un poco a cada una de las Musas para conocer algo mejor la variedad de asuntos que eran tenidos como musicales en la Antigua Grecia. A lo largo de la Historia se ha ido dotando a cada Musa de unas atribuciones específicas y de unos símbolos concretos, con los que se las ha representado en mosaicos, esculturas o pinturas; pero lo cierto es que en los tiempos más antiguos se hablaba de las Musas en general, como de un colectivo de diosas inspiradoras, o incluso de la Musa. Era frecuente entre los poetas griegos invocar a la Musa, sin particularizar a cuál de ellas llamaba en su ayuda. Pero, aunque es cierto que no fue hasta el Helenismo cuando se asignaron tareas diferentes y símbolos específicos a cada una de las Musas, también es verdad que el significado de cada uno de sus nombres ya nos puede dar una idea de sus dedicaciones favoritas. Y esto nos invita a pensar que las atribuciones particulares de cada una de ellas estarían ya de algún modo definidas por lo menos hacia el siglo VII a. C. (época en la que, como muy tarde, se fecha la Teogonía de Hesíodo), pues la primera vez que aparecen los nombres de las nueve Musas (llamadas luego Musas canónicas) es en esta obra. Seguiré el orden en el que allí se nombran.

Clío (Kλεω, la que da fama, la que hace célebre). Clío canta el pasado de los hombres y de las ciudades. Inspira a los poetas épicos, a fin de recrear en la memoria de todas las generaciones las hazañas de aquellos que merecieron la gloria. Por eso es la Musa que proporciona la fama, y la fama es uno de los más altos bienes que un griego de entonces podría desear, algo así como una forma de eternidad. No en vano Clío es la Musa de la historia y, junto con Calíope, de la poesía épica, dos géneros muy próximos, pues mediante la poesía épica se transmitían oralmente y se memorizaban las gestas de los héroes de antaño. También, por ello, se la relaciona con el tiempo. Además se dice que a quien ella protege es capaz de alcanzar la gloria entre los poetas.

Euterpe (Ευτέρπη, la muy encantadora). Euterpe es la Musa de la música propiamente dicha. Su mismo nombre habla de deleites y seducciones, efectos ambos que se atribuían a la música. Se la relaciona especialmente con el aulos, instrumento de viento que, al mantener ocupada la boca, impide al músico cantar al mismo tiempo. Por eso, tal vez se puede considerar que Euterpe fuera la diosa encargada de la música instrumental. Se la suele representar con el aulos y una corona de flores.

Talía (θάλλεω, la festiva). Es la Musa de los bosques y de la naturaleza en estado puro. Se asocia con la poesía idílica, las fiestas dionisiacas y la comedia. Se la representa con frecuencia con una máscara cómica, un cayado y una corona de hiedra. La corona de hiedra, planta vinculada con la sabiduría, también es portada por Dionisos, dios con el que de algún modo tendría una especial vinculación.

Melpómene (Μελπομένη, la que canta). Aunque por su nombre Melpómene sería la diosa del canto (melpo significa celebrar con cantos y danzas), más tarde se la consideró la Musa del teatro, más propiamente de la tragedia. Aparece también relacionada con Dionisos (el epíteto de este dios en Ateneas es Melpoméno, el que danza y canta). Hay que recordar que el arte dramático tiene su origen en la celebración del ritual de Dionisio (la palabra tragedia significa canto del macho cabrío, animal con el que se asociaba al dios) y que este primitivo ritual de canto y danza que celebraba el ciclo de la naturaleza de muerte y resurrección, en el que el coro era el único representante, fue progresivamente adquiriendo dramatismo y añadiendo personajes hasta dar lugar a la tragedia. Por eso el teatro no es sino un caso evolucionado de música. A Melpómene se la representa con la máscara trágica, a veces con un puñal en la mano y calzada con coturnos, calzado propio de los actores trágicos.

Terpsícore (Τερψιχόρη, la que ama el baile). Es la Musa de la danza y también del canto coral. Algunas leyendas dicen que es la madre de las Sirenas. En principio, pues, su patrocinio no se distinguiría demasiado del de Melpómene, pero pudiera ser que cuando el teatro adquiriera una entidad propia, diferenciada del canto coral, Terpsícore quedara como la patrocinadora del baile y el coro, mientras que a Melpómene se la vinculara más específicamente con la tragedia. Se la suele representar con la lira y el plectro.

Erato (Eρατώ, la amorosa). Es la Musa de la poesía lírica o amorosa. La poesía elegíaca también estaba patrocinada por Erato. Además Erato se asociaba con el movimiento del cuerpo, por lo que era la encargada de la pantomima y el movimiento corporal que escenifica la acción que se narra. Por los tratadistas griegos sobre la música sabemos que el movimiento del cuerpo en la ejecución escénica formaba parte de la música. Llama la atención que el movimiento del cuerpo, la gestualidad corporal, estuviera ligada a la poesía erótica. Nos han llegado noticias de que a veces algunos movimientos corporales en la escenificación eran calificados como obscenos. Erato es frecuentemente representada con una cítara, instrumento usado normalmente para acompañar a la poesía lírica.

Polimnia (Πολυμνία, la de variados himnos). Es la diosa inspiradora de los himnos a los dioses. Por eso se la asocia con la poesía religiosa y se la representa en actitud pensativa y trascendente. También se relaciona a Polimnia con la retórica y la elocuencia, como a Calíope.

Urania (Ουρανία, la celestial). Por su nombre podríamos decir que es la que está más próxima a los dioses, al pensamiento superior. Urania aparece vinculada con la astronomía, y a través de ella, con la geometría, las matemáticas, la física y, en general, con las ciencias. Los griegos dedujeron que los cuerpos celestes, que habían sido estudiados con bastante precisión mediante cálculos astronómicos, guardaban entre sí unas relaciones semejantes a las que se establecen entre los sonidos de una escala musical formada por las consonancias. De algún modo, pues, Urania, sería la Musa de la música teórica, en la que los griegos incluían la física y las matemáticas. Se la representa en actitud reflexiva con una esfera celeste hacia la que apunta con un bastón.

Calíope (Καλλιόπη, la de la bella voz o la de la bella palabra). Es la Musa de la elocuencia y tiene un lugar privilegiado en el coro de las Musas. Quien es tocado por su magia tiene la capacidad de persuadir con su bella manera de hablar, de argumentar con inteligencia e imponerse con la fuerza de la palabra. También, junto con Clío, se vincula con la poesía épica (έπος). Calíope, dice Hesíodo, es la Musa que asiste a los reyes en su nacimiento y a éstos los relaciona con la justicia. Es la Musa del buen razonamiento y con ello de la filosofía.

Además de estas nueve Musas canónicas encontramos en la Mitología Griega otras diosas que también son llamadas Musas. Los nombres de las que pertenecen a los dos grupos más importantes nos hablan también de sus relaciones con la música. Por un lado están las Musas Antiguas o Titánidas, hijas de Gea y Urano (la Tierra y el Cielo), llamadas Mneme, Mélete y Aede (es decir, Memoria, Práctica y Canto). Y por otro las Musas Apolónidas, cuyos nombres coinciden con tres cuerdas de la lira: Nete, la más aguda; Mése, la media; e Hypate, la más grave. También había otro grupo de tres Musas en Sición, donde una de ellas llevaba el nombre de Polimatía (la de múltiples saberes) lo que nos habla de su conexión con el conocimiento y el aprendizaje.


Tres Musas. Bajorelieve de Mantinea. Escuela de Praxíteles
Tres Musas. Bajorelieve de Mantinea atribuido al taller de Praxíteles. (s. IV a. C.).


Vemos, pues, que las diosas de la música tienen que ver también con el conocimiento, con la facultad que convierte a los humanos en seres cercanos a los dioses. Por eso la tradición las ha vinculado siempre con las artes y con las ciencias. En tanto que poseedoras de todo saber intelectual las Musas tiene la capacidad de crear apariencias de verdad (creaciones poéticas), así como la de investigar la verdad que está en el fondo de la realidad. Puede que ahora entendamos qué quieren decir las palabras que Hesíodo pone en boca de las Musas cuando dicen: “Sabemos decir muchas mentiras con apariencia de verdades; y sabemos, cuando queremos, proclamar la verdad”. Las Musas pueden construir obras donde la imaginación es la fuerza creadora, dónde nada de lo narrado ha ocurrido nunca, pero que por su maestría parecen estar contando hechos verdaderos (serían mentiras con apariencia de verdades); pueden también reconstruir los hechos acontecidos en el pasado, es decir, contar los acontecimientos históricos en los que intervinieron los héroes y los pueblos (proclamarían la verdad); y pueden incluso adentrarse en el conocimiento de las verdades más profundas, las que son propias, diríamos hoy, de científicos y filósofos.

Sea como fuere, lo que ahora nos interesa comprender es que en la Antigüedad grecorromana todas estas actividades a las que se dedicaban las Musas y ninguna otra formaban parte de la Música. A primera vista podría parecer que hablar del arte de las Musas sería una forma de generalizar, que todas las artes y todas las ciencias serían ocupaciones de estas diosas inspiradoras de la creación humana. Pero nos llama enseguida la atención que actividades que hoy consideramos artísticas, incluso actividades que en nuestros días llamamos Arte, casi por antonomasia -las artes plásticas- no tienen nada que ver con las Musas griegas, es decir, no fueran artes musicales, y eso que la pintura, la cerámica, la arquitectura y la escultura griegas alanzaron un altísimo grado de elaboración técnica y de refinamiento estético.